lunes, 28 de septiembre de 2009

SEMBRAR Y ... COSECHAR

"Talavera"/ Óleo sobre tela sobre madera/ 70 x 50 cm

"Cosecharás lo que siembres", dice un antiguo adaggio.

Quise publicar hoy esta Entrada porque he de compartir con ustedes que hoy se celebra en México el día de la cosecha. A esta fiesta se le llama tradicionalmente LA ELOTADA, porque en todos los campos donde se ha cultivado el maíz, llamados milpas, se va la gente a cortar sus primeros elotes (=mazorcas de maíz tierno). Se acostumbra asarlos o cocerlos allí mismo, en fogones familiares, y se lleva a cabo un almuerzo ritual. Cualquier persona que se acerque a ellos es convidada a participar de la comida.
Es una fiesta de reminiscencias prehispánicas, en donde se rendían los honores al Dios del Maíz Joven, o Pilzintli. Es una celebración a la Abundancia.


Cuando pinté este bodegón, tuve en la mente rendir un pequeño homenaje a los frutos principales de Mesoamérica. Eston son lo que se llama la Trilogía Maíz-Frijol-Calabaza, y constituyen el sustento básico de estas tierras.


Conectado con esto, agrego unos pensamientos de Sergio Bucay, que enlazan este post con los anteriores de manera prodigiosa:

"Cada semilla sabe cómo llegar a ser un árbol."




("Fronda"/ Óleo sobre tela sobre madera/ 40 x 60 cm)

"Tantas son las semillas como lo son los sueños secretos.
Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar, echar raíces y darse a luz. Es necesario morir como semillas para convertirnos en árboles...
Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase...
Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos, a vernos, escucharnos, y a darnos cuenta...
Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos.
Y un día, mientras transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de nuestros sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y nuestro futuro.
Nada que temer... una sabiduría interior las acompaña... porque cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol."

("Árbol Rojo"/ Óleo sobre papel preparado/ 40 x 30 cm)



viernes, 18 de septiembre de 2009

REFLEXIONES

"Reflexiones" (Autorretrato de Liz Hentschel)/ Óleo sobre tela / 60 x 80 cm


Continuando con este interesante tema de la Identidad, he de presentar ahora este cuadro.
No es que yo vea que tenga una relación directa con los sueños, pero sí con el inconsciente.

Hacer un Autorretrato es un trabajo serio. También es muy importante para todo pintor. Es un ejercicio de autorreflexión, de autocuestionamiento: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy?

Lo emprendí cuando consideré que había llegado a la mitad de mi vida. Estando a la mitad del camino, esta "peregrina" que soy se quiso retratar en pleno soliloquio. Como podrán ver, la misma pintura habita, desde que inauguré este blog, en la columna derecha de la presente Página.
El verso que aparece al calce de la misma, escrito por Carlos Gómez, expresa perfectamente los pensamientos, los extraños pensamientos, que cruzan mi mente.
No hay mucho más que decir... salvo que lo que se refleja detrás de mi imagen en el espejo es la misma escena que publiqué cuando inauguré esta bitácora: "Volviendo a Casa" (Marzo, 2009).





¡Ah! Y este pequeño florero, titulado "Bouquet", lo pinté una vez que terminé el cuadro anterior, ¡con las mismas pinturas que sobraban frescas en mi paleta!. De modo que, de alguna manera, es su compañero y complemento. Resulta sorprendente ver exactamente los mismos colores, pero manejados de diferente manera y en proporciones tan opuestas.

lunes, 7 de septiembre de 2009

RAICES

"Reflejos"/ Óleo sobre tela, sobre madera/ 50 x 40 cms


Solamente dos de todos mis cuadros, en toda mi vida, proceden directamente de imágenes soñadas.
Y éste es uno de ellos. Es claramente un sueño de orígenes y de identidad, como los dos anteriores. Pero éste habla de mi otra raíz, la indígena, que también está presente en mi sangre a través de los antepasados paternos de mi madre.
Pero además de ser un sueño de identidad, me queda claro al releerlo que fue un importante "empujón" que me mandó mi inconsciente para lanzarme al mundo del quehacer pictórico, ya que en aquél entonces sólo pintaba tímidamente para mi misma, y no tenía aún el valor de hacerlo abiertamente. ¿Se tratará quizás de ese "maestro interior" que a veces nos guía?

El sueño era éste:

"Había una gran comida familiar en un entorno campestre, en un lugar lleno de árboles. Estábamos todos: mis hermanos, mis padres, tíos, primos y más personas. Todo era alegre, abundante y bullicioso. Había aromas de comida muy ricos, y risas de niños.
Pero a mi como que me entraban ganas de alejarme un poco, para estar sola. De modo que me apartaba lentamente hasta acercarme a un gran portón, el cual abría, y salía por ahí. Me encontraba con una carretera, que cruzaba (no pasaba ningún coche).
Del otro lado, había un paisaje distinto: un terreno algo pedregoso o rocoso, y a lo lejos un gran río cuyo rumor me atraía. Cuando me acercaba, quedaba PASMADA por esta visión: una mujer indígena, de piel morena y un primoroso huipil bordado se encontraba a la orilla del río, quieta, mirando a lo lejos. Y cuando yo seguía su mirada, descubría unos portentosos montes bañados de luz, ¡que reproducían los coloridos bordados de su huipil! Pero los picos y puntos de cruz de su vestimenta se "proyectaban" a escala gigante sobre los montes, como si fueran de luz (como cuando se proyectan transparencias sobre una pantalla en la pared).

Yo estaba tan impresionada con la escena, que estaba muda e inmóvil.
Y en ese momento, escuchaba una voz, que no sabía de dónde venía, pero era fuerte e imperativa. Me decía: "¡Píntalo!". Yo, asustada, respondía: "Pero no puedo, está muy difícil, yo no puedo pintar todo esto, imposible...Yo no he pintado nunca agua corriente, ¡no puedo!" Y la Voz repetía lo mismo, pero ahora dos veces: "Píntalo! ¡Píntalo!"

Uuuf, recuerdo que me quedaba como varada, y no podía responder nada. Entonces, tras un rato de profunda reflexión, por fin contestaba: "Está bien...Pero me tienen que mostrar otra vez la cara de la mujer, porque no la vi bien".
Y en ese instante, pasaba lo más increíble: como que me obedecían a mi petición, y se operaba como un zoom en la cámara (sí: como si fuese una película), y me daban oportunidad de ver bien esta cara y estudiarla en detalle: ¡ERA MI MADRE, DE JOVEN!"

Aún hoy, más de 20 años después de haberlo soñado, me emociona profundamente recordar la imagen. El cuadro fue de mis primeros óleos, es por eso que se aprecia muy sencillo técnicamente. Pero tiene, para mi, el valor de la frescura y la espontaneidad de aquél momento. No lo realicé de inmediato, sólo lo guardé como boceto a lápiz, y lo pinté casi 7 años después de haberlo soñado, cuando sentí que ya estaba lista para enfrentar el reto.