"Purificación"/ Acuarela y estofado en pan de oro sobre papel/ 34 x 24 cm
La purificación, tanto la de orden físico como espiritual, es un ejercicio saludable y necesario. Al desprendernos de malos pensamientos, al pedir disculpas o resarcir un daño que infringimos, nos estamos limpiando el alma. Podemos inspirarnos en este ángel para hacer un examen de nosotros mismos y nuestros actos, quedando al final libres y limpios.
Decía San Juan de la Cruz una cosa bellísima: "Cada uno toma de la fuente según lleva el vaso". Y un vaso lleno de sentimientos negativos, innobles o egoístas no podrá albergar agua nueva y renovada.
Esta figura procede de la iglesia de Santa María Tonantzintla, situada muy cerca de la ya mencionada ciudad de Puebla. Ejemplifica el más típico barroco mexicano, también llamado "arte tequitqui", el cual se distingue por haber sido confeccionado por mano indígena. Se puede reconocer este rasgo no sólo en su manufactura, sino también en los símbolos y el modo de utilizarlos dentro de lo que conocemos como sincretismo religioso. SÍ: el artesano indígena obedeció a los frailes españoles que lo contrataban para efectuar este trabajo. Pero a los indígenas se les dió libertad suficiente para expresar su propia cultura y creencias. Podemos ver, por ejemplo, ese listón o cinta azul claro que rodea la columna como una alusión al tlallocan o "Paraíso de Tláloc", en donde abundaban naturalmente las corrientes de agua; Tláloc era el dios de la lluvia. Pero también había deidades femeninas del agua, como Chalchiuhtlicue, diosa de las aguas dulces y los manantiales.
Ya hablaremos más del arte tequitqui en los siguientes posts; por ahora, basta decir que es éste un santuario "católico" dedicado a la Virgen María, pero bajo el propio nombre de su antigua deidad maternal más característica: TONANTZIN, = "Nuestra Madre". A ella se le ofrendaban siempre flores y frutos. Además, parte de su séquito lo constituían los "xochipipiltin" o niños-flor. Se suponía que eran divinidades menores surgidas de entre los pétalos de las flores, y simbolizaban el florecimiento de nuestros sentimientos más dulces, tiernos e incluso artísticos.
Como tema musical, elegí la "Sinfonía del Juguete", de Haydn (aunque algunas personas lo atribuyen a Mozart). La consideré adecuada por el aspecto naif del arte barroco mexicano como éste.